No hace falta ahondar mucho para saber que el camino al futuro se hace programando. Hoy por hoy la oferta laboral en este universo ya es grandísima, tanto que los profesionales en la materia son muy requeridos en nuestro país y en el exterior. Y también son bien cotizados. Por eso es que cada vez más personas se animan a sumergirse entre códigos y lenguajes de programación. Y los más chicos no quedan afuera: en Tucumán, este verano, niños de entre siete y 10 años aprendieron “jugando” sobre robótica.
Se trata de una propuesta llevada a cabo por el Punto Digital del Ente Cultural de Tucumán. Este febrero realizaron dos talleres de Principios de Robótica. “El taller tiene como objetivo que niños y niñas den sus primeros pasos para programar una placa y apliquen ese conocimiento mediante actividades lúdicas. Usando como herramienta la tarjeta educativa Micro:bit, los chicos aprenden sobre bloques de códigos, algoritmos e ideas básicas de programación”, explicó a LA GACETA Rafael Vásquez Rivera.
A simple vista la plataforma (que es virtual) parece más un videojuego que una simulación para aprender a programar. En pocos días, los alumnos del segundo taller (que terminó ayer) ya “dan vuelta” el sistema y, sin darse cuenta, han aprendido un poquito de Python, uno de los lenguaje de programación más potentes y más utilizados en el último tiempo.
Cómo se enseña a programar
A cargo de los estudiantes estuvieron las programadoras y desarrolladoras Estela Escobar y Yanina Guaraz. En medio de una clase, Guaraz nos recibió en el Punto Digital (San Martin 251) para contarnos más sobre el taller. “Es una experiencia nueva -cuenta-; este curso ya se había dado a adultos y adolescentes, pero esto es algo totalmente diferente. Queríamos ver qué repercusión tenía y si se interesaban. Es un verdadero desafío captar su atención, pero se interesan y son muy curiosos”.
Y eso se nota. Los pequeños encienden las computadoras y en pocos segundos se abstraen con los ejercicios. Según explica “la seño” la plataforma Micro:bit es la clave del aprendizaje. “Es un simulador de tarjetas (hardware) para robótica. Lo que hace es configurar una placa de verdad. Con ellas, podés hacer cualquier elemento de robótica”, comenta. Básicamente, Micro:bit permite desarrollar el código para una placa. Es como “crear” las órdenes que debe seguir el elemento físico (que en este caso se ve de forma virtual en el mismo programa). Los chicos aprenden, por ejemplo, a “pedirle” a la placa que diga “Hello” con sus luces, o le podés agregar música.
Las tablas “reales” se llaman también Micro:bit. Son, placas programables. Tienen varios sensores (brújula, acelerómetro, luz ambiente, botones, termómetro). “Podés hacer muchos proyectos, podés programarla para tomar la temperatura del exterior. Nosotros hemos hecho hasta una calculadora con el programa. Y teniendo la placa en la mano se pueden desarrollar un montón de cosas”
En el taller, los chicos ya han hecho brújulas, dados y algunas otras simulaciones, enumera Paula (11). “Yo nunca había visto nada de programación -cuenta-; me gustaría seguir aprendiendo”.
La programación como herramienta del futuro
“Lo captan rápido porque es una secuencia de pasos a seguir; y ellos, no se dan cuenta, pero están programando. El lenguaje (de programación) está implícito, porque ellos no saben que estamos usando Python, ni tienen idea que nosotros los programadores escribimos esas tareas línea por línea, pero eso es lo que están haciendo, de otra forma”, indica contenta la docente. “Que ellos puedan aprender es algo que nos produce una felicidad tremenda. Es algo que a mi me hubiese gustado tener de chica; me hubiese ayudado un montón. Recién en la secundaria pude hacer un primer curso de computación y saber que era lo que quería hacer de grande. Quizá esto es una posibilidad para que ellos vean que les gusta y que en el futuro puedan elegir la robótica como una carrera -reflexiona-; y es muy importante, porque la tecnología está acaparando mucho hoy en día. A nivel laboral, se puede conseguir trabajo rápido de forma dependiente o independiente, y que ellos tengan este incentivo, de programación, quizá sea el inicio de su futuro”.
Más ganas de aprender
Con el éxito de esta prueba piloto, las docentes esperan poder ampliarla a las escuelas y lograr que el proyecto siga, incluso durante el ciclo lectivo. “Hemos tenido muy buena respuesta de los chicos; cuando terminan algún proyecto, lo ven como un logro y se emocionan. Todo esto nos ha motivado a querer seguir y a buscar los medios para conseguir las placas”, comenta Guaraz. Las placas físicas cuestan cada una entre $ 15.000 y $ 80.000, pero permiten llevar a la realidad todo lo que se simula. Es decir, pasar de la programación a la robótica pura y dura.
Por lo pronto, la tarea está cumplida. Del taller los chicos salieron contentísimos y con más ganas de seguir aprendiendo. Lucila y Delfina (7 y 8) dicen a coro que la programación les ha parecido fácil y que les gustaría seguir aprendiendo. Y que incluso les gustaría estudiar más “cuando sean grandes”.